9.4.12

Cindy Sherman en el MOMA



 Cindy Sherman en el MOMA I El imperio de la imagen
 
El caos de Cindy Sherman. El caso de Cindy Sherman. La frivolidad aparente. Y el juego de roles. Analizando la trayectoria de esta brillante fotógrafa —de forma quizá un poco superflua, para ir ad hoc— te encuentras payasos, mujeres perfectamente bien vestidas, atmósferas de film noir, ironía, erotismo, sagacidad e inteligencia. No en ese orden, pues depende de quién mire y cómo la mire. El MoMA de Nueva York programó una excelente retrospectiva, del 26 de febrero al 11 de junio, que incluye en paralelo la publicación de un catálogo a cargo de La Fábrica Editorial con 180 fotografías, algunas inéditas. Un libro de autor para una artista de variados rostros y comportamientos. Digamos una medusa. Una mujer-espejo. 
  
En La atracción de la profundidad, Patrick Süskind hace sufrir a una joven artista, cuya primera exposición provoca una crítica agridulce: «Su trabajo denota talento y expresividad, pero adolece de falta de profundidad.» Con esa flecha queda herida, inicia el camino de su autodestrucción y termina arrojándose de una torre para caer entre los abetos de un bosque. El mismo crítico, entonces, publica una nota sobre la chica, destacando la tragedia que ya se vislumbraba desde sus inicios, que apuntaba a la «inexorable atracción de la profundidad». Dice una cosa y otra, en tiempos distintos, bajo situaciones opuestas. Principio y fin. Ambivalencia. Así es el arte. Y la obra de Sherman no queda exenta.

Por varias razones. Quizá las mismas que explican la prodigiosa carrera en ascenso de Damien Hirst. Riesgo, constancia, seguridad y determinación. Fe en lo que hacen. Ambos irán aportando al mundo del arte las imágenes que la cultura popular utiliza y demanda. Les devuelven su trivialidad, sus fuegos artificiales con notas críticas y espíritu burlesco. Evaluar en retrospectiva las series de Sherman enseña que el circo mediático se ha inmiscuido en las piernas (y el cerebro) de cada uno de nosotros. Para bien y para mal. Nuestras ideas e impresiones de la realidad ya tienen casi una marca registrada, un estímulo pavloviano. Somos perros felices en el zoológico de la publicidad. Engañando, mintiéndonos.

Mujeres que se comportan como actrices en películas comerciales, atrapadas en moldes hollywoodenses, cargadas de estereotipos. Hay que ser deseable, sexy, atreverse. Entre tanto, uno se cuestiona si de verdad hay que ser deseable, pero cae en el juego. Y cuando nos damos cuenta, repudiamos eso. De nuevo la dualidad. «Somos y no somos», dice Heráclito. En Sherman, el cuerpo de trabajo es EL CUERPO. Sus contradicciones, debilidades, victorias, exhibicionismos, confusiones. No resulta extraño que un video de youtube que muestra las fotografías de su catálogo incluya el tema de Jenny Mayhem Equatorial, donde, por cierto, si continuamos la búsqueda, veremos a una mujer en una atmósfera elegante y siniestra, preparando su ahorcamiento. Esas cosas pasan.

Donde hay aplausos, prestigio social, dinero, las formas tienden a ser premeditadas y certeras. Nuestra melodía le sirve a Sherman para acumular un compendio de la condición femenina en estribillos de fácil memorización. Clichés que, no obstante, construyen un poderoso discurso acerca del imperio de la imagen. La exigencia de ser fotogénicos en la hiperrealidad. Cada retrato debe lucir como una verdadera obra de arte.   
–Christian Núñez


Cindy Sherman
264 páginas
Español
25 x 31 cm

Textos de John Waters, Eva Respini
y Johanna Burton



Nota publicada en la columna EL MACAY EN LA CULTURA del Diario de Yucatán [09.04.2012]