2.12.13

Rojas íntegro


 
Rojas íntegro

Fabienne Bradu ha preparado esta edición del Fondo de Cultura Económica sobre la obra poética completa de Gonzalo Rojas, fallecido en el 2011. Las notas de carácter técnico en los pies de página, pero sobre todo los propios comentarios del poeta respecto a su obra, le otorgan un valor añadido a esta última carta-testamento. Lejos de las autofelaciones vanidosas, Gonzalo Rojas va dejando tras de sí referencias a personas/lugares/eventos que integraron su personalidad poética. «La palabra es como una cosa a la que uno llega, como una criatura viva, es un sonido que va más allá del sentido y un sentido que va más allá del sonido», anota. El criterio de Bradu para insertar estos comentarios obedece más a la conformación de una poética construida al paso de los años que a un registro cronológico. “Como sus oyentes lo recordarán, en sus recitales poéticos [a Rojas] le gustaba aderezar sus poemas con digresiones que tenían que ver con la factura de los versos o las circunstancias que les dieron nacimiento. Quise rescatar algo de esta dinámica discursiva.” Así, el aparato crítico se organiza según el espíritu que los versos demandan, y la lectura se convierte afortunadamente en un repaso velocísimo como el relámpago al que solía rendir culto el chileno. Ameno, además. Poema y origen del poema asoman por la misma boca. Uno de sus textos más conocidos de 1964, Al silencio, incluye además una estupenda revelación:

Oh, voz, única voz: todo el hueco del mar,
todo el hueco del mar no bastaría,
todo el hueco del cielo,
toda la cavidad de la hermosura
no bastaría para contenerte,
y aunque el hombre callara y este mundo se hundiera,
oh majestad, tú nunca,
tú nunca cesarías de estar en todas partes,
porque te sobra el tiempo y el ser, única voz,
porque estás y no estás, y casi eres mi Dios,
y casi eres mi padre cuando estoy más oscuro.

Luego escribe Rojas: “En 1945, en Valparaíso de Chile, una noche, mientras yo revisaba papeles y papeles de profesor, se detuvo la luz de golpe. Yo vivía en una casa hermosa frente a un barranco, con el océano ahí mismo, y desde el barranco olfateaba las olas más que las olía. Ese paraje era un tesoro. Sobre las 11:30 de la noche, cuando estaba en medio de la operación de corregir papeles, sobreviene esto y yo, cansado como estaba, lo sentí como un alivio y salí a la terracita y miré desde esa terraza tratando de oír algo allá abajo en el océano. No se oía el agua. No se oía el océano romper contra los acantilados como todas las noches. Miré rápido al cielo en una reacción gestual a ver si había algo por allá arriba. No había nada, ni una estrellita, no había absolutamente una luz. Desde luego, veía la ciudad, pero no había nada por ningún lado, ni olfateaba nada. Quedé en la opacidad y la oquedad absolutas. Todo eso muy veloz. Ahora, con ese episodio se me da de golpe una intuición: la intuición de la nada. Esa nada que persigue al maestro Mallarmé literariamente, a mí se me ofrece nítida allí. Entonces, vuelve la luz eléctrica, todo es cosa de minutitos. Regreso yo también a la habitación donde estaba trabajando y luego mi mano escribe sola. La verdad que fui impulsado a escribir eso; cuando llegué a la octava línea, donde dice: ‘tú nunca cesarías de estar en todas partes’, me equivoqué. Cuando una línea no se ajusta con la anterior, cuando hay un bache fatal, la imaginación lo registra. Traté con todos los modos de que continuara ese texto y me di cuenta de que no podía. Un día, andando arriba de un tranvía, como de golpe, en la oreja se me asomaron tres líneas. Tuve que escribirlas en el boletito del tranvía; no tenía ningún papel en qué escribir, y allí aparecen esas tres líneas un poco más razonantes: ‘porque te sobra el tiempo y el ser, única voz, / porque estás y no estás, y casi eres mi Dios, / y casi eres mi padre cuando estoy más oscuro’”. Y con esas tres comillas, el autor concluye su epifanía negra.

Íntegra pone en tierra firme (que es también el nombre de la colección del FCE) los más de 50 títulos de Gonzalo Rojas y, en su aliento marítimo, brinda momentos de refrescante vitalidad. No faltan los dardos contra los académicos, los recuerdos de las chicas que conoció en los burdeles o las opiniones acerca de los premios literarios “que no consagran a nadie”. Rojas compone a buen ritmo su relampagueante poema final. Tras este volumen de 961 páginas, Fabienne Bradu prepara en dos tomos aparte la prosa reunida y la biografía del poeta. Todo sea por romper el silencio.

–Christian Núñez



Íntegra. Obra poética completa
Gonzalo Rojas
Edición y prólogo de Fabienne Bradu
Fondo de Cultura Económica, Colección Tierra Firme, 2013