31.10.14

La revancha de los inadaptados




 LA REVANCHA DE LOS INADAPTADOS
Christian Núñez
 
 
Me regresé del DF con dos maletas y pocos libros. Ese mismo día compré Daniel Johnston por Daniel Johnston, porque sus dibujos me encantaron. Ésa es la verdadera razón, y prácticamente no hay más que decir.

Recientemente, en una clase de arte contemporáneo, un curador cubano me dijo gritando que Daniel Johnston no es un artista, porque no sabe qué dibuja ni qué canta cuando está en el escenario. Tengo mis reservas.

Si bien es cierto que su obra ha sido encauzada hacia un público indie que lo mismo critica el consumismo con una playera de Nirvana que se compra una bicicleta para ir al trabajo con tenis de marca, el caso Daniel Johnston muestra ciertas particularidades.

¿Qué tanto nos interesa su discurso, al margen de su trastorno? Quienes hemos tenido la oportunidad de documentarnos, sentimos una empatía casi automática por el personaje, por su extraña forma de ver, por su modo de construir símbolos.

¿Es Daniel Johnston una construcción de los medios, o realmente hay una preocupación crítica hacia su trabajo? Y ahora viene una cita mamona, aunque necesaria. Philippe Vergne escribe en un breve ensayo que

Lo que vemos y examinamos en este volumen es la importancia determinante de los «inadaptados» y la significación tradicional de la manera en que esta periferia ha dado forma, dramáticamente, al centro. La revancha de los inadaptados no es sólo una historia recurrente sino positiva, incluso constructiva, una historia acerca del necesario divorcio del establishment educado y reductivo, y de todo aquello que se siente indiferente ante o amenazado por lo que percibe como trabajos filisteos.

Más que defender la locura, habría que celebrarla. Porque en medio de todo, aún en sus extraños símbolos y frases extravagantes, Daniel Johnston es capaz de profundizar en la demencia del mundo que vivimos.

Pienso en los Space Ducks y sus trajes de la NADA, en las repercusiones metafísicas de un desliz ortográfico.


Yo lo que siento con la obra de Daniel Johnson es una especie de parque de diversiones en medio de la urbe, al que puedes llegar caminando o en bici, y detenerte un rato, divertirte, y dejar en paz la maraña de pensamientos que has ido acumulando durante la semana.

Es decir, su locura me libera.

Wittgenstein señala en el Tractatus logico-philosophicus que los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo. Y el mundo de Johnston parece invadir los mundos mentales de cada quien, invitarnos a jugar, aunque en el trayecto nos raspemos las piernas.

Larga vida a la rana Jeremías. Creo que es momento de escuchar Wicked World.


Daniel Johnston por Daniel Johnston
Daniel Johnston, Philippe Vergne, Harvey Pekar, Jad Fair
Traducción de Roberto Frías
Sexto Piso, 2014



Publicado originalmente en Origama [25.10.2014]