1.7.12

El Melancólico Estilo Viner



El Melancólico Estilo Viner


Jonathan Weiner (Nueva York, EEUU, 1976), o Viner a secas, es conocido en el circuito del arte neoyorkino como un artista lowbrow, término puesto en circulación en 1979 por Robert Williams, contrario al arte highbrow o elevado. Las influencias del movimiento son más bien callejeras y populares; también se le denomina Surrealismo Pop, aunque ciertos críticos no reconocen la equivalencia. Aun así, el lowbrow ha sabido posicionarse en el negocio galerístico con buenas ventas y un creciente consumo derivado hacia el mercado de la música, las revistas especializadas y las marcas fashion. Entre los clientes del pintor, destacan la famosa publicación Rolling Stone, Playboy, Simon & Shuster, Elektra Records y Converse.

Inspirado en el tema de la música, Viner hizo en el 2009 una serie de retratos de modelos en topless con audífonos. La técnica, óleo sobre panel, resalta por un realismo figurativo sólido. Entre sus influencias, el pintor menciona a Velázquez, Caravaggio y Sargent, lo cual, por otro lado, no le viene nada mal a una propuesta desenfadada, profunda y accesible a la vez.

El lowbrow recoge del underground norteamericano expresiones contraculturales como el punk, la historieta, el tatuaje y los autos hot rod. Otras influencias vertidas al estilo son el animé, los flyers de música electrónica, el graffiti, el kitsch y el diseño de moda. Una de las características más vistosas del Estilo Viner consiste en la impecable vestimenta de sus modelos, tanto hombres como mujeres, quienes combinan acertadamente colores, texturas y accesorios en su atuendo diario. En Conduit of dialogue, óleo sobre panel del 2007, una muchacha sobre fondo rosa revisa su teléfono celular en una mesa con una jarra de gusto exquisito. A discerning youngster (2008) muestra a una niña rubia muy seria, con falda azul y botas de ribetes fucsia dentro de una biblioteca, sujetando un cesto vacío. Bloodline (2007) representa a un hombre con barba enseñándole a una pequeña cómo usar el arco, en un paisaje de árboles sin hojas donde predominan los tonos ocres.

El Estilo Viner correspondería a un surrealismo más cercano a Magritte que a Dalí, mezclado con Polanski, pasado por Kundera y revuelto con Placebo. Porque toda vez que el Viner onírico bromea, construye situaciones basadas en el aislamiento, en los fríos patrones sociales y la desconexión emocional de los individuos. Su obra, sin ser agresiva, pone el dedo en la llaga.

Viner también ha hecho dibujo. En realidad, se trata de estudios de trazos rápidos y eficaces que aparecerán ya bien definidos en las pinturas posteriores, su legítimo terreno. Esta sección divulga la mecánica del proceso. Muchas de las imágenes garabateadas se transforman en cisnes cuando aterrizan sobre los paneles del pintor. Artesano y artista prosperan mutuamente: los recursos de uno, acentuados y embellecidos por el otro, mejoran la perspectiva, la proporción y las composiciones. Del Viner dibujante se pueden obtener las mismas características, deshuesadas, de su homólogo retratista. Donde vemos lápiz habrá colores, junto a la mariposa crecerá un árbol, el hombre con el gato terminará encendiendo la televisión y la niña con botas no querrá quitárselas nunca.   
Graduado en la Rhode Island High School of Design en 1998, Viner data su primera exposición importante en el 2002. Y de diez años a la fecha, su nombre se ha vuelto parte esencial del movimiento, entre quienes destacan Joe Coleman, Mark Ryden, Robert Williams, Manuel Ocampo, Georganne Deen y los Hermanos Clayton. 

Sin que medie método científico, Viner produce instantáneas cromáticas de la evolución de las especies después de que la tecnología, el consumismo y los mass media se erigieron como ídolos de la cultura popular. Sus cuadros tienen un propósito estético pero también expresan verdades axiomáticas. Y su pintura como ejercicio indagatorio de las conductas desemboca en sociología, involuntariamente. El escritor Michel Houellebecq explica en Las partículas elementales que gran parte de la cultura occidental mutó del movimiento hippie a nuestros días con asombrosas vueltas de tuerca. No sería arriesgado afirmar lo mismo del underground respecto a los productos culturales vigentes. El cómic es el mejor ejemplo de entretenimiento, crítica social y gráfica exuberante. Con el lowbrow, Viner hace lo propio: activa el cerebro, seduce la pupila y aguijonea el ritmo cardiaco.

Viner propone una narrativa que el espectador perfecciona. Relata con finales abiertos narraciones ácidas; las escenas denotan reflexión, soledad, introspección y convivencia forzada  en ambientes urbanos. Su discurso es refinado en lo técnico y agridulce en el contenido. Pero la melancolía es la inspiración principal, el estímulo directriz, siempre.

–Christian Núñez
 

[Viner:
1/ Conduit of Dialogue, 24” x 36”, oil on panel, 2007
2/ A discerning youngster 24” x 36”, oil on panel, 2008]