5.10.13

RODOLFO BAEZA: Mutatis mutandis





RODOLFO BAEZA
Mutatis mutandis
 


Quizá un día, pensando precisamente en esta hora, en esta hora lúgubre en que espero, con la espalda agobiada, que llegue el momento de subir al tren, quizá sienta que el corazón me late más rápidamente, y me diga: fue aquel día, aquella hora cuando comenzó todo. Y llegaré —en el pasado, sólo en el pasado— a aceptarme.

La Náusea, Jean-Paul Sartre



La obra de Rodolfo Baeza (Ciudad de México, 1977) se ha transformado. Muta en su aspecto material como un embrión fuera del útero. Y aunque el paralelismo suena extraño, en el fondo es idóneo, pues la serie le ha llevado aproximadamente ocho meses de realización. Ante nosotros vemos un bloque de piezas capaces de producir emociones drásticas, inspirar estados de ánimo viscosos y dejarnos tan desahuciados como sus protagonistas. Un sistema de partículas vivas y sentimientos complejos. Un ajedrez de náufragos. De los individuos que solucionan problemas personales, con el rostro a punto de colapsar, el viaje ahora se extiende hacia las múltiples representaciones del desconcierto. Más que un cambio de orientación, se perfeccionan los temas y la profundidad, el tono se recrudece, las obsesiones adquieren rasgos maduros. Un extremo del ejercicio creativo reclama orden y el otro libera pulsiones inconscientes. Hay personas y no personajes, seres de carne y hueso que sostienen guerras íntimas.

Pero también hay cráneos. La presencia de la muerte sugiere un vanitas obstinado, símbolo de que siempre las historias terminan en huesos. Y uno ya no sabe qué miran los individuos: si a la muerte, si a nosotros, o a su propio destino inevitable. El lienzo transmite ambigüedad por las aplicaciones del óleo y la inquietud en los semblantes. Adultos que pasan frente al espejo y acumulan tensiones, cumplen ciclos de vida invariables, hablan por los ojos y entonan himnos al barranco. «Más allá de la corporalidad, me interesa la mutación de ese cuerpo directamente relacionada a los sentimientos y las situaciones que lo van deformando. Las líneas de expresión, los gestos, lo que pasa adentro y se traduce en una mueca», señala Baeza. Un orgasmo, una discusión, un cambio de piel son fenómenos de notables consecuencias emocionales. Cada día es un conflicto con el tiempo, los amigos, la familia, el yo, la realidad y ni siquiera el espejo nos dice quiénes somos. O qué somos. O porqué hemos llegado a esto. Pero un retrato deja un precedente.

En el futuro, si eso que llamamos futuro se manifiesta, podremos volver a lo que fuimos, y preparar nuestras maletas rumbo a lo que todavía desconocemos. Y desde allá repetiremos la misma eterna pregunta sobre nuestra identidad. Y aun con maletas en mano, tendremos dudas. Y con las dudas, tendremos que aferrarnos a esas imágenes de nosotros mismos en otros tiempos. Y es posible que sólo en retrospectiva comprendamos, y entonces cada gesto adquiera sentido. Un sentido en todo caso relativo, pequeño, una especie de tregua inconclusa. Así, hasta el final.

–Christian Núñez

[Rodolfo Baeza:
Espejo, óleo sobre tela, 180 x 120 cm, 2013]