25.11.13

Catulo intertextual. Entrevista con Marco Antonio Murillo

  
Catulo intertextual
Entrevista con Marco Antonio Murillo
  
Marco Antonio Murillo publicó en 2013 Muerte de Catulo, por segunda ocasión, bajo el sello Rojo Siena. El libro recrea la figura de Cayo Valerio Catulo y es un ejercicio de intertextualidad donde otros poetas —Ernesto Cardenal, Vicente Quirarte, Rubén Bonifaz Nuño— y el autor mismo convergen sin aparente contradicción. Murillo organiza su imaginario a partir de la literatura y bajo la manga encuentra referencias disímiles, como los cómics y los videojuegos. El resultado final, no obstante, se revela limpio y de una claridad verbal insólita. conejobelga lo contactó a través de Facebook para sostener con él una plática más bien mundana sobre el oficio del poeta en la época actual. –Christian Núñez


Marco Antonio Murillo (Mérida, Yucatán, 1986) actualmente cursa la maestría en Creative Writing en la Universidad de El Paso, Texas. Premio Nacional de Poesía Rosario Castellanos 2009. Premio de Ensayo de Crítica Universitaria (CONARTE) y segundo lugar en el Premio Regional de Poesía José Díaz Bolio, ambos en 2011. En 2013 fue campeón del torneo exprés de poesía Verso destierro, realizado en Campeche. En la revista digital Círculo de poesía publicó Las formas de la nube: Antología de poetas yucatecos nacidos en la década de los ochenta. Autor del poemario Muerte de Catulo (El Drenaje 2011, Rojo Siena 2013). Fue incluido en el libro En la orilla del silencio: Ensayos sobre Alí Chumacero (Tierra Adentro, 2012). Actualmente es editor de la revista bilingüe Río Grande Review.


Marco, de pronto escribes un poemario llamado Muerte de Catulo y haces un flashback de varios miles de años para alejarte de tu contexto, de tu zona de confort literaria. ¿Por qué? En realidad ni ahora ni cuando escribí Muerte de Catulo me sentí fuera de mi zona de confort. Pienso que hay dos clases de poetas, y los dos son igual de buenos y se pueden barajar entre sí en una misma personalidad: aquellos que traman su poesía a partir de sus vivencias, y aquellos que recurren a sus lecturas. Conmigo el asunto fue un 40 por ciento de lo primero y un 60 por ciento de lo segundo. Catulo, la poesía de este romano, es una poesía que ha sido reproducida muchas veces: pienso en los Epigramas de Cardenal, la primera parte de Teatro sobre viento armado de Vicente Quirarte, El poeta regañado por la musa  de Héctor Carreto, la poesía de Bonifaz Nuño, etc. En el 2009, que fue el año en que me tocó iniciar la escritura del libro, esas obras eran los que me encontraba leyendo, y naturalmente el producto final fue consecuencia y respuesta de esas lecturas. En Muerte de Catulo el lector tiene el acceso a muchas intertextualidades, citas y diversos guiños sobre la poesía de estos autores. El otro 40 por ciento que te comento se trata de experiencias personales que tuve la fortuna de vivir, y una valoración de lo que en ese entonces pensaba que era la poesía, y cuál su utilidad en la sociedad y en la vida del autor. Cada poema que escribí fue una sutil respuesta al contexto que me tocó vivir.

¿Quién es Catulo? ¿Cuáles fueron las razones que te llevaron a trasponer tus preocupaciones en esta figura histórica, que además dedica poemas de amor a una mujer casada? Catulo representa para mí dos cosas: al amante cuya fuerza es capaz de trascender, y al mismo tiempo, al artista cuya obra no termina de cumplirse. En ese sentido, la poesía de Catulo, en tanto voluntad de consumarse en amor, es una poesía fracasada. Canto y contracanto al mismo tiempo. En 2009 yo tenía 23 años y me sentía muy joven, no pude haber escrito otra cosa a esa edad. Por otro lado, no creo que Lesbia haya sido una sola persona, yo creo que fue un harem al que Catulo dejó de tener acceso en el mejor momento de su vida. La imagen de ese harem se ha ido desbordando a lo largo del tiempo, a tal punto que se ha vuelto lugar común: ¿Qué poeta no ha dedicado algún librillo a su novia? Yo lo hice aquella vez, no lo recomiendo mucho.
 
En tu obra se revela cierto pudor a lo explícito, al aspecto escatológico del acto amoroso. ¿A qué se debe esa voluntad demasiado educada de componer tus versos? Se echa de menos un orgasmo, una buena cogida. Digo. Ahora que mencionas esto, recuerdo una escena de La rosa púrpura del Cairo de Woody Allen: uno de los personajes se queja de que cuando se va a besar con su mujer, todo se oscurece, y no puede consumar la relación en el acto sexual. En uno de los primeros borradores de Muerte de Catulo, había poemas en los que el sexo aparecía explícito, de hecho recuerdo alguno en donde después del sexo Catulo se enteraba que Lesbia era lesbiana. Decidí quitarlos a favor del erotismo, preferí no decir sino sugerir, y que los espacios que pude haber llenado con mis experiencias, el lector los llene con las suyas. Entonces, el sexo aparece, sí, pero siempre implícito (excepto en los poemas I y II de la segunda parte, creo yo). Por otro lado, pienso que hacer el amor en la vida y en los libros, es todo y nada (los franceses llaman al orgasmo la pequeña muerte); lo es todo porque es una plenitud, y es nada, porque no aporta mucho a la trama de una vida. El sexo sirve para sellar el deseo. Los pleitos, las reconciliaciones, los insultos, las palabras hermosas, los paseos por el parque, las suertes de dos equilibristas,  cosas que son verdaderos motores de una relación, ocurren antes y después del acto sexual. En Muerte de Catulo los personajes siempre están viviendo los momentos previos o posteriores al sexo, siempre están en un movimiento constante; y si hacen el amor, si cogen, si se aman, lo hacen tras bambalinas.

También recurres a citas y fragmentos de otros poetas, como Ernesto Cardenal, ¡e incluso te mencionas como autor de un libro de poemas de Catulo! De entrada se percibe un ánimo intertextual, metatextual, ¿es así? Así es. Como ya te había dicho antes, en Muerte de Catulo el lector puede acceder a las lecturas que me encontraba haciendo, y que hice posteriores a aquel lejano 2009. De hecho, Cármenes, la tercera parte del poemario, es por un lado la materialización de ciertas partes de mi proceso creativo para con este libro en específico, y por otro, un homenaje al intertexto y al metatexto, que son bien típicos de la posmodernidad. Ejemplo: En el poema II de esta sección decidí jugar a ser ocioso y hacer un poema a partir de varios versos de poetas que más me han llamado la atención, los puse a luchar en un soneto en prosa que llamé Coliseo. En el poema III Catulo y Lesbia se encuentran quemando los poemas que se plagió el bardo romano. En el poema IV descubrimos que en realidad Lesbia era la poeta que había escrito los poemas de Catulo. Toda obra proviene de una anterior. ¿Por qué no poner en evidencia todas las pistas que permitan dejar en claro la relación?

Es un problema frecuente el hecho de que, en tanto el escritor profundiza cada vez más en sus temas, sofisticando su obra, aleja de sí al lector incipiente, que ni siquiera está entrenado para apreciar los textos más básicos. ¿Cómo contrarrestar este fenómeno? No pienso que sea correcto contrarrestar este ciclo que hoy vive la poesía. Cada poeta, y cada obra, responden a su propio contexto, ofreciendo una visión muy particular de él; tratar de contrarrestar este fenómeno que bien pudiera ser similar al del arte por el arte, sería privarnos de una muy particular verdad sobre el mundo. La tarea del poeta siempre ha sido la misma, y hoy no ha cambiado: hacer su arte lo más sincero posible, saber y aceptar que uno no escribe lo que quiere, sino lo que puede. Por otro lado, es muy difícil que la poesía permita el acercamiento de lectores incipientes; siempre necesita, si se desea disfrutar plenamente, de un lector específico que pueda interpretar aquellos vuelcos, juegos, replanteamientos de lenguaje que cada autor propone; vaya, se necesita de un buen lector para realizar concretamente esto que Octavio Paz comenta: Cada lector busca algo en el poema. Y no es insólito que lo encuentre: Ya lo llevaba dentro. Incluso la poesía más “coloquial”, Nicanor Parra por ejemplo, no es una poesía para novatos. El lector incipiente debe ir acercándose poco a poco a la poesía, no el poeta buscar la forma de “hacer más entendible” su obra, porque ello equivaldría a cambiar su estilo (con el fin de agradar) y traicionarse. El lector que en el camino abandone la poesía no la va a extrañar, total, no iba a ser parte de su vida, de sus intereses. En ese sentido, la poesía es como las cosas de la vida, a unos les interesa y a otros no. No morirá, ni será mejor o peor, con un lector más o uno menos.

¿Podrías mencionar algunos de tus versos y hacer comentarios al respecto? Más como un ejercicio de empatía hacia el lector que como un deslumbrante autoanálisis de autor plenamente consciente de su oficio. Los versos que más me gustan (quise decir líneas porque están puestas en prosa), son los siguientes: El sol se pone cada tarde y sale al día siguiente, pero nosotros cuando se nos apague la vela, dormiremos una noche sin fin. Pienso que son las mejores palabras que cualquier lector pudiera encontrar en Muerte de Catulo, tienen más de 2000 años de antigüedad y siguen conmoviendo. Son bien frescas, pertenecen a Catulo (no me acuerdo del nombre del traductor), y aparecen en dos momentos en el poema, reflejando esa voluntad de intertexto que guía todo el poemario. La primera vez que aparece es en la voz de Catulo, diciéndole a Lesbia que ha tomado prestadas esas palabras de alguna parte, y se las ha dedicado. Él tenía ganas de decirle mucho a ella, y muy cobarde o muy inteligente (¿Quién no ha dedicado a su novia un poema que no era suyo?), decidió declararle su amor con palabras ajenas. La segunda vez que aparece (casi al terminar el poemario), es en circunstencias similares: Catulo confiesa que su amada era mejor poeta que él, y admite que aquellas líneas las “tomó prestadas” de ella. Algo verdaderamente irónico si pensamos que Lesbia pasó a la historia gracias a las palabras de Catulo.

Además de las letras, ¿qué haces en la vida diaria? ¿Es la vida diaria estimulante para ti o de plano prefieres buscar tus referentes en otro lado? No suelo escribir mucho: llegar a la versión definitiva de Muerte de Catulo me tomó casi 3 años. Tambén puedo decir que leo lo que me interesa leer. Las letras no son mi vida, sino parte de ella. Me gustan los videojuegos (sobre todo los RPG’s, los de la serie de Zelda, y los de peleas). Si en algo han servido a mi poesía, es en el interés de la imagen como portadora de la fuerza del poema, y en el hecho de contar a lo largo de un poemario una historia dividida en muchas partes o poemas. Mi nuevo libro de poemas (inédito), cuyo tema es el mar y el mascarón de proa, nació a partir de jugar The Legend Of Zelda Wind Waker. También acostumbro a encontrar ideas para mis poemas en conversaciones con mis colegas o amigos, y en las lecturas que hago, no sólo de poemarios, también de cómics, cuentos, novelas, el periódico, etc. Ahora estoy estudiando un Máster en Creative Writing en la Universidad de Texas, en El Paso, y el choque multicultural gringo-mexicano norteño, y el hecho de que me la estoy pelando al tratar de comunicarme en inglés, me están dando ideas para un nuevo proyecto de poesía, o por lo menos para escribir algún ensayo al respecto. Ya veremos qué sale de todo esto.

Hay poetas que escriben para otros poetas, que en cierto modo esperan la palmadita generosa en la espalda y se habitúan a vivir de los halagos del gremio. ¿Qué opinas de esa extraña conducta demasiado humana? Es una forma falsa (y rápida) de hallar el reconocimiento, de posicionarse en el panorama nacional. Pero esto siempre ha pasado, y seguirá pasando: aquel poeta central escribe de esta manera, y habrá poetas que lo intenten imitar para recibir algo de sombra de su parte, o por lo menos alguna buena sonrisa cual carta de recomendación. Así como cada persona tiene su propio carácter, que es irrepetible, así cada poeta tiene su propio estilo. Imitar otro estilo es traicionar la personalidad de uno mismo, ir en contra de la originalidad que debe gozar la obra de arte. En México sucede esto demasiado, porque hay muchos poetas bien posicionados y mucho poder y dinero de por medio. Además que muchos talleristas lo incentivan entre sus alumnos, con el fin de dejar tras de sí herencia literaria.

¿Cuáles son tus proyectos a mediano plazo? Comentarios finales. Actualmente en el país hay una urgencia de dar a conocer la poesía que se escribe en el sureste mexicano. Los grandes premios y becas literarias las están ganando en su mayoría los escritores que viven en el centro y norte del país. Esto no refleja que la escritura de este u aquel otro lado sea mejor o peor, sino cierta preferencia de estilos, producto del desconocimiento literario de lo que se hace en el sureste. Nombres como Jeremías Marquines, Álvaro Solís, Rodrigo Balam, son algunos de los que se han salvado de esta condición centralizadora. Para intentar contrarrestar esto, me he propuesto junto con mi colega Jorge Manzanilla la elaboración de dos antologías de poesía, una a nivel local y otra a nivel regional. La primera ya está lista, tentativamente verá la luz hacia mediados del siguiente año, consiste en la reunión de algunos poemas de 11 poetas yucatecos nacidos en los años 80. En la otra, que será más compleja, intentaremos abarcar los estados de Chiapas, Tabasco, Campeche, Quintana Roo, además de repetir con Yucatán.
   
Muerte de Catulo
Marco Antonio Murillo
Rojo Siena, 2013
 
Contracanto

Nadie imaginaba que su poesía iba a reconstruir los muros y las estatuas después del incendio. Nadie imaginaba que con ella sería posible castigar a todos aquellos que amaran más allá de las leyes y el amor.

Pobre Valerio Catulo, ahora que estás muerto y eres aplaudido por todo el senado; ahora que los más grandes pensadores hablan de ti en sus orgías, no puedes defenderte de tu propio canto. 


Las palabras y el fuego

Lamento haber escrito aquellas palabras sobre mi pueblo, incapaces de romper una cuerda o desnudar a una muchacha.

Mi único consuelo es que mi obra ardió al lado de la mujer del César, la misma noche en que mi barco zarpaba al exilio.

En lugar de escribir la hubiera amado con mayor fuerza: algo de mí en la hoguera tal vez sobreviviría.
  
 Foto: Cortesía Marco Antonio Murillo.
     
Publicado originalmente en Origama [22.11.2013]