11.2.14

Sokurov me da ganas de llorar


 
Sokurov me da ganas de llorar


Las elegías están basadas en documentos pero no son documentales. Todas las elegías tienen que ver con la muerte y trato de que sean poemas fílmicos, en los que el ritmo visual reemplace las convenciones narrativas. Creo que el propósito del arte es preparar el alma para la muerte.

Alexander Sokurov


Hoy, en un par de hojas sueltas copié unas cuantas frases de un libro de Andréi Tarkovski, su legado intelectual, que en español lo han traducido como Esculpir el tiempo. El volumen ronda las 300 páginas, lo editó la UNAM y no lo terminaré pronto. La colección se llama convenientemente Miradas en la oscuridad. Desde hace meses, tal vez años, he sido vacunado contra la literatura. Los libros me ocasionan temblores, me paralizan. Decidí que, entre el espasmo y la quietud, una película cambiaría mi estado de ánimo. El cine me permite recuperar la inocencia, ya que los estremecimientos no pasan por el filtro de la racionalidad. Golpes duros. Emociones puras. Libres de profilaxis.

He visto Elegía de un viaje (2001) de Alexander Sokurov no recuerdo cuántas veces. Envidio la primera vez de algo, sea cine o cualquier experiencia estética. La primera vez de algo no da oportunidad al análisis, a la crítica, a los comentarios de especialistas. Reina la intuición, el paso en falso.

En este mediometraje, los preceptos de Tarkovski —quien fuera amigo y maestro del director— fluyen sin retórica forzada. La voz en off del propio Sokurov relata hechos aparentemente simples durante una travesía con rumbo indeterminado. La mirada del protagonista (a quien jamás conoceremos de frente; se lo ve de espaldas, fuera de cámara, de perfil: es oblicuo) expresa un halo de tristeza espiritual o misticismo descreído. En el desarrollo de la acción, a la que se añade una banda sonora integrada por Chopin, Glinka, Mahler y Tchaikovsky, la melancolía asciende a la segunda potencia. La pantalla ondula y esto no es poesía: se utiliza algún recurso técnico de postproducción en el tratamiento de la imagen. El desasosiego ruso, su precisión sensorial, su honesto cansancio por la vida, que recoge preguntas de orden religioso, marchan como soldados heridos en el filme de Sokurov. El DVD incluye además un segundo, fascinante trabajo sobre un pintor del siglo XVIII: Hubert Robert, una vida afortunada (1996).

Elegía de un viaje tiene la extraña virtud de aliviar el alma, aunque el efecto sea transitorio. En Esculpir el tiempo, Tarkovski señala que el arte no hace mejores a las personas. “Es obvio que el arte no puede enseñar nada a nadie, ya que en 4 mil años la humanidad no ha aprendido nada. Hace mucho que nos hubiéramos convertido en ángeles si hubiéramos sido capaces de prestar atención a la experiencia del arte y de permitirnos a nosotros mismos el ser cambiados de acuerdo a los ideales que expresa. El arte sólo tiene la capacidad de hacer al alma humana receptiva a la bondad a través de la conmoción y la catarsis. (…) El arte sólo puede alimentar —conmocionar, conmover, ocasionar— una experiencia psíquica.” En tal orden de ideas, no ver esta película sería verdaderamente elegíaco.

–Christian Núñez



Elegy of a voyage / Hubert Robert, a fortunate life
Alexander Sokurov
Ideale Audience, 2007