2.8.15

balance general



Comencé a escribir porque en la primaria, en cierta ocasión, intercambié cartas con una alumna de otra ciudad, y aquella sensación de enviar y más tarde quedar a la espera de correspondencia tenía, no sé, algo mágico y profundo, serio y divertido al mismo tiempo, muy a la Bartleby.

Comencé a escribir porque luego, rodeado como estuve de médicos y enfermeras en el hospital de la vida, necesitaba una terapia alterna para sobrellevar todo eso, era mi modo de hacer magia, de invocar la presencia de Houdini, y emprender un viaje menos doloroso.

Comencé a escribir porque durante la adolescencia, tímido por carácter y convicción, la poesía liberaba el flujo de ciertas emociones, y con ella me iba purificando, fortaleciendo, con ella solamente curaba y empeoraba mis accesos de neurosis, la búsqueda de la belleza y el hilo negro.

Comencé a escribir porque no hay hilo negro. Porque la poesía es insuficiente. Porque vivir es insuficiente y las emociones también lo son. Porque algo tiene que haber más allá de toda insuficiencia. Y en ese lugar extraño, en esa boca del lobo puntiaguda y peligrosa todavía existe un hombre con su cuaderno.