24.5.17

nicolas winding refn_función violenta

La filmografía del director danés, tan salvaje como hipnótica.

Lo que Osip Brik, el escritor ruso de orientación futurista, señalaba sobre el ritmo y la sintaxis le viene bien al lenguaje ultra estilizado de otro director con apellido acústico: Nicolas Winding Refn. En Drive (2011), la estrategia es acumulativa y minimalista. Silencios, pausas y elipsis detonan un final explosivo. Lo que unos han denominado neo-noir no es otra cosa que la orfebrería del golpe premeditado. La violencia seca de un Ryan Gosling vengativo y taciturno. “Es como el sexo—declara el director. Todo depende de la acumulación. La violencia no tiene ninguna función si no estás involucrado emocionalmente con ella.” Son este tipo de comentarios los que proyectan luz sobre proyectos más recientes, como El demonio neón (2016), donde Jesse (Elle Fanning) es “el equivalente a un venado sorprendido por la luz de los faros de un coche” y tendrá serios problemas al involucrarse en el mundo de la moda.

En cuanto a la sintaxis, seamos claros. Winding Refn posee un sello visual que ha madurado gradualmente, como un vino cuyo añejamiento le aporta sabor, textura y cuerpo. Sus atmósferas cargadas de tensión, construidas a partir de luces y sombras en alto contraste—daltonismo ventajoso, dicho sea de paso—son deliciosamente poéticas. Rayan en el surrealismo erótico de Argento, Jodorowsky o Lynch, tres gurús que fungen como budas permisivos. “Mi forma de trabajar es un poco la de un pornógrafo: me interesa aquello que me excita”, confiesa el realizador. Y para muestra, un botón. El exotismo de Solo Dios perdona (2013) es únicamente comparable a la mirada peligrosa de un gato montés irrumpiendo en el interior de una habitación a medianoche. Las imágenes que se articulan en estos filmes operan a nivel subconsciente. Sus símbolos resultan incomprensibles en un primer nivel, pero nos asaltan de forma imprevista.


No falta quien considere a NWR un estilista fallido. El crítico español Carlos Boyero lo ha golpeado sistemáticamente después de Drive, calificándolo de artificioso y efectista. Valdría la pena entonces recordar que ninguna filmografía es perfecta. Hay altibajos salvajes, puentes hediondos, aguaceros absurdos. Bronson (2008) tropieza más por sus tintes bufonescos que por su pretendida fidelidad al personaje que emula, el delincuente Michael Gordon Peterson, interpretado por un elocuente Tom Hardy. Falla el tono de comedia negra excesivamente histriónica, la narrativa torpe y básica. Valhalla Rising (2009), en cambio, alcanza resonancias épicas. Sangrienta, solemne y llena de testosterona mística. El tratamiento visual nos deja extáticos y, aunque tuvo una escasa recaudación en taquilla, marca el inicio de algo poderoso, el golpe maestro hacia lo que vendrá. La violencia neón que tanto nos fascina—acordes de Cliff Martinez al fondo.

“Siempre sucede que mientras más oscuro el ambiente, más grande el drama”, explica el danés con una sonrisa ambigua, de gato de Cheshire. Silencio en la sala por favor.