19.2.18

ganamos la lotería


La sangre es nuestra.


Como el impacto de una piedra en el cráneo, nuestras acciones invocan tiempos antiguos. Shirley Jackson posee una voz que ha perdurado con violenta nitidez y vigencia. La lotería, su colección de cuentos más notable, es un caldero donde hierven demonios demasiado humanos. A través de veinticinco historias breves, la norteamericana domina un estilo brutal.

La prosa de Jackson persigue pacientemente a su presa. Las escenas breves y concisas abordan el ámbito doméstico. Aparentemente no sucede nada, pero un sentimiento de incomodidad se aloja en el lector. La trama es puntillosa, delicada, y nutre el suspenso desde el interior de los personajes hasta los bordes para explotar en desenlaces perturbadores.

No hace falta un solo monstruo para causar miedo: nosotros somos los monstruos. La sangre es nuestra. Ni siquiera en las novelas que publicará posteriormente, donde predominan elementos sobrenaturales, se aborda el terror como algo tangible. Jackson sabe qué botones oprimir para revelarnos la psique humana desde su ángulo más grotesco.

Así, en atmósferas cotidianas y mediante elementos tan comunes como una lotería, la promesa de una boda o un jardín de flores, la autora aborda el utilitarismo, la soledad, la hipocresía, la conformidad hacia viejas tradiciones e incluso la cortesía, que llevada hasta extremos inauditos provoca un quiebre mental.

Irónicamente, la crítica más oportuna de Jackson viene de Los Simpson. En el episodio Nuestro mejor amigo [Dog of Death, E54/Temporada 3], la siempre manipulable gente de Springfield sufre de una súbita fiebre por jugar a la lotería. Durante ese frenesí, el reportero Kent Brockman anuncia que la población, en busca de formas de ganar el sorteo, agota los ejemplares del relato La lotería.

Of course, the book doesn't contain any hints on how to win the lottery, it is rather a chilling tale of conformity gone mad, anuncia el personaje. No es fortuito que Shirley Jackson sea inspiración de escritores como Stephen King y Neil Gaiman. Abrazamos la oscuridad. En sus contornos jugamos eternamente la lotería, ganando y volviendo al hogar antes del almuerzo, como si nada hubiera ocurrido.

La lotería
Shirley Jackson
DeBolsillo, 2015


13.2.18

el hombre que reía demasiado


  Ciudad Pantano, de Joaquín Peón Íñiguez:
carcajadas contra la literatura solemne.


Se empeñan en calificarme así, como si fuera un humorista. No. Yo soy una persona muy racional, lo que de verdad me interesa es la ópera y la música clásica.

Slavoj Žižek


1. Las primeras páginas de Ciudad Pantano contagian un cinismo disfrutable. Asimilas el déjà vu en cuestión de segundos. Vas a reír incluso ante secuencias amargas, agridulces o fétidas. El cuerpo de texto varía en sus niveles de seducción. Posiblemente acabes releyendo diálogos y averiguando los tipos de risa que emites. Hay una risa cruda detrás de la risa cristalina. Un bufido malévolo junto al esbozo de sonrisa traviesa. Aprenderás a clasificarlas. En el curso de las próximas horas, te volverás adicto a los pies de página. Olfatearás el teatro del mundillo literario. Voces, personalidades, tópicos, vicios. Las camisas de rayas y los decorados tristes. Ceniceros y cervezas. «Todo aquí es una parodia de un mundo ideal—explica el autor. No creo precisamente que las parodias parezcan caricaturas. Además, las caricaturas, dentro de la lógica de su descabellada hechura, suelen tener una trama, un principio, un final. Este viaje, en cambio, me resulta una sucesión desarticulada de episodios sin sentido. Alguien, ciertamente, está pendejo. Los autores o los lectores. O, lo más probable, unos y los otros y tú y yo.» Un esperpento me extiende la mano y dice: Bienvenido.

2. De los rasgos que observo en el estilo de Joaquín Peón Íñiguez, señalo el más sustancial: su indiscutible talento para la crítica social. El segundo: un humor mutante, en perpetua metamorfosis. Y el tercero: su voracidad literaria. Considero que Ciudad Pantano se ha edificado a partir de estos tres ejes. La estructura del libro es ambiciosa y sólida; un caos perfectamente previsto. Cada parodia/esperpento revisa ciertas tradiciones literarias que se han convertido en ídolos, con la sana intención de triturarlas. De golpearlas como si fueran espantapájaros. De reírse estridentemente mientras los andrajos caen y nuestros hermanos leprosos se roban el botín. Pero ojo. Los catorces textos que componen el libro requieren lecturas previas. Sus personajes grotescos arrastran viejas historias; ellos mismos han sido protagonistas de otros libros. Cuando uno entiende eso, la farsa se revela breviario contra imposturas. Ya lo dice el autor: El mundo se me esclareció como un carnaval de farsantes y como farsas comenzaron a volvérseme parodias. Octavio Paz, Juan Rulfo, Gabriel García Márquez, Roberto Bolaño, Carlos Velázquez. La lista podría seguir.

3. En el espíritu de Slavoj Žižek, resulta válido decir que todo chiste oculta una filosofía. El Joker sabe cuándo lanzará misiles a una iglesia y, fundamentalmente, sabe porqué lo hará. No se le escapa de las manos que existe un propósito. La trama oculta de Ciudad Pantano encuentra en la risa su modus operandi. Basta un poco de sentido común para darse cuenta. La aceleración de los procesos económicos, político-sociales y tecnológicos han convertido la literatura en una parodia de sí misma. La figura del escritor dentro del mercado editorial pasó de lo solemne a lo ridículo en un tweet. El efecto ha sido notorio. En México, el índice de lectura es inversamente proporcional al de feminicidios, ejecuciones y secuestros. De modo que cuando JPI afirma que Ciudad Pantano no es tanto un lugar, sino un trastorno psicótico, en su precisión lingüística subyace un chiste feroz. Ya ha ocurrido antes. Animadores como John Kricfalusi o Pendleton Ward han  contribuido al Museo de lo Absurdo a través de la risa. Los expresionistas deformaron intencionadamente la realidad en sus cuadros. Goya plasmó sus Caprichos y Disparates como reacción al oscurantismo. La carcajada libera monstruos.  

4. El yin-yang no me dejará mentir: los extremos se hacen cosquillas. En La broma mortal, justo cuando Batman le propina una golpiza épica al Joker, recorre un laberinto de espejos deformantes. El final no puede ser más ambiguo: el payaso le cuenta un chiste al murciélago. Ambos acaban riéndose en medio de la lluvia. Un Hahaha en tonos fríos—predominan el morado y el negro—cierra la escena. Otro ejemplo a la mano: Paraguay, la última canción del último disco de Iggy Pop, es una perorata contra el establishment, una letanía hiperbólica para mandar a todos a la verga. Because I’m sick and it’s your fault, dice el fósil punk en un monólogo desgarrador. Lo mismo aquí. JPI recurre a las patadas voladoras para tratar los asuntos serios con ligereza. Lanza un kamehameha desde su alma, siempre que el ki se lo permita. Roba fuego a los dioses para fumarse un cigarro. Aunque la maquinaria circense siga fabricando bufones, tragicomedias o entes ridículos, y a menudo la gente lo mire sin comprender de qué va el chiste. En el mundo real, la sensación de broma y estafa, de sexo mal practicado, sigue viva. En Ciudad Pantano, hay festejos.


Ciudad Pantano – Parodias y esperpentos
Joaquín Peón Íñiguez
Paraíso Perdido – Colección Taller del Amanuense, 2017


5.2.18

cinema introspectivo



Desde su butaca en la ceremonia de los Premios Ariel, un escritor nominado como guionista desmantela el cine mexicano.


Here in my place and time
And here in my own skin I can finally begin
Let the century pass me by, standing under the night sky
Tomorrow means nothing

Arcade Fire, Deep Blue


1. Recibí un sobre amarillo con cuatro ejemplares envueltos en el plástico de la novedad prenavideña. Leí DDDParaexicana contemporCeremonia, de Daniel Espartaco Sánchez, durante la última semana de 2017. Entre abrazos intergeneracionales y ritos melancólicos, la novela resultó ser amena, reflexiva y muy ad hoc al roído ambiente familiar. La prosa está construida con precisión. Decir mucho con poco—es un libro de 77 páginas—se vuelve indispensable. Si algo destaca en el texto es la sensación de cercanía. El ángulo desde el cual se narra la historia genera otro tipo de familiaridad: Daniel no esconde bajo la mesa sus preocupaciones. Habla por medio de un personaje cuya novela ha sido adaptada al cine. Y, a la espera de un premio Ariel en el Palacio de Bellas Artes, diserta en flashback sobre los motivos que lo llevaron a ese punto. De paso, configura un cinema introspectivo.

2. La trama se construye como ciertos cómics de Marvel que empezaron a publicarse en la década de 1970. La serie What If?... postulaba precisamente un futuro alterno al que ya conocíamos. ¿Qué tal si Wolverine hubiera matado a Hulk? ¿O si alguien más, aparte de Spiderman, hubiera sido mordido por una araña radiactiva? Nuevas posibilidades para insólitos argumentos. Daniel también se hace preguntas, y urde una trama desde el centro hasta los bordes, recorriendo el estado de la literatura mexicana emergente. ¿Y si hubiera adaptado esa novela al cine? ¿Y si hubiera tenido éxito? ¿Tanto como para recibir un Ariel? El protagonista crea su propio theatrum mundi, donde vemos desfilar a novias ecologistas, actores de talla internacional pero dudosa inteligencia, editores de multinacionales cósmicas, e incluso un oblicuo Hombre de la Caja de Leche, trasunto de una película de la infancia.

3. «Una escena se quedó grabada en mi mente desde entonces. No recuerdo siquiera el título, mucho menos el argumento, ni el nombre del actor: un hombre de mediana edad, alto, delgado, el rostro surcado de arrugas, vestido con camisa y pantalones de mezclilla, llega hasta la cocina, abre el refrigerador y le da un trago a una caja de leche, de manera directa, sin servirla en un vaso. Algo que por alguna razón me pareció sorprendente: el colmo mismo de la libertad. La atmósfera sombría, granulada, el mobiliario casi rayano en lo deprimente, la soledad absoluta. El hombre parecía preocupado, tal vez era un policía en busca de una pista o un criminal que huye de la policía. Para mí era una especie de héroe de la clase trabajadora. Como ya dije: no recuerdo el argumento; pero desde entonces quise ser aquel hombre: viril, estoico, autosuficiente, un poco jodido.»

4. Ceremonia indaga en los márgenes el verdadero sentido de la búsqueda. La oscilación entre el éxito y el fracaso, los malentendidos que la propia idea de éxito instaura en el ambiente, y las paradojas de la cultura oficial son tres ejes que sostienen la pieza—no los únicos, pero sí los más notables. Construir una ficción a partir de circunstancias (im)posibles le permite al autor recrear diálogos divertidos y escenas surreales (una conversación entre una niña y el emperador Moctezuma) que hacia el final se revierten y desembocan en una reflexión desde el hospital. Detalles sórdidos a continuación: «Haber vivido, amado, leído libros de Reader’s Digest, estudiado cuatro años en una universidad, trabajado años en la misma empresa como contador hasta jubilarse y terminar en el pabellón de emergencias, amarrado a una camilla por una enfermera zafia y cruel, pensaba, de eso se trataba la vida moderna.»

5. Al final del día, Ceremonia encuentra el modo de asirse a las manos del lector y anclarse un poco más al fondo, a la altura del pecho, sin ninguna dificultad. El tono y la estructura producen un monólogo austero, entretenido. Un What If? lleno de resonancias a la cultura hipster, a las estrategias que usamos para formar parte de un circuito artístico cada vez más efectista. Donde el éxito consiste en alinearse a los temas de moda y buscar ansiosamente las grandes editoriales para triunfar en letras mayúsculas. Nadie lo tiene fácil en un país que no lee, intoxicado de basura visual y redes sociales. Quienes reaccionan ante ello deciden hacer de la literatura un viaje personal, una forma de resistencia atravesada por el humor mientras el Hombre de la Caja de Leche bebe sin prisa, ajeno a cualquier propósito infame.  Decir lo tuyo, aislarte un poco, hallar tu propia voz. Al menos, intentarlo. Y reírte en el camino.  



Ceremonia
Daniel Espartaco Sánchez
Paraíso Perdido – Colección Taller del Amanuense, 2017